Cada cual en su puesto de combate

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Cada cual en su puesto de combate

Jhonny Peralta Espinoza / katari.org
El Proceso de Cambio llega a un momento de definiciones estratégicas, en octubre se confrontan dos modelos, uno que lo encarna la oligarquía que gobernó 180 años y subordino los intereses nacionales a la voracidad extranjera y el proyecto popular que defiende el proyecto de convivencia inclusivo.

Hace un tiempo atrás, hablando con un ministro de Estado sobre la necesidad de que el Proceso de Cambio cuente con una masa crítica de compañeros que desbaraten los discursos de la derecha, la respuesta que recibí me dejó patidifuso: “La derecha tiene grandes recursos y por eso tiene intelectuales que escriben día y noche”.

Ante esta “revelación”, urge responderse: ¿No somos gobierno? ¿Por qué los cerca de mil cargos de los niveles superior-ejecutivos después de varios años no se han parido como cuadros o gente que escriba en defensa del Proceso de Cambio? Si, desde hace 13 años, contamos con ministerios, medios, infraestructura, por qué no hemos podido construir una masa crítica.

El tiempo político inmediato no está para actitudes y respuestas tibias, incoherentes, confusas, simplistas, la coyuntura exige que la democracia se constituya en un flujo permanente de autocuestionamiento para no dejar de ser una democracia viva. Así el Proceso de Cambio requiere de la crítica para seguir siendo democrático, y no tanto de la fidelidad facilona, si no quiere consumar su final.

“O se es yunque, o se es martillo” (J.M Dimitrov)
Para responder a este dilema es fundamental estar conscientes contra quién luchamos. Luchamos contra una derecha que jamás construyó un programa inclusivo que tome en cuenta las reivindicaciones del mundo indígena, que al movimiento obrero le dio migajas de los enormes excedentes que se embolsillaron, una derecha que siempre asumió la economía como la gestión de sus necesidades elitistas y la política como la tarea de las libertades de sus clanes familiares, además,  la derecha boliviana nunca pudo proponer una imaginario movilizador y el único sostén político fue las pendulares y oportunistas clases medias a las que predestinó un futuro pobretón.

Es esta derecha, la que gobernó 181 años, con algunas excepciones,  que al verse huérfana de un programa, ha decidido cosechar réditos mediante una campaña política para despertar emociones a partir de la repetición de insultos: “Evo corrupto”, “Evo dictador”, “masistas ladrones”, “Evo violador de la Constitución”; frente a esta situación de desolación, la derecha recurre al imperialismo yanqui con el único propósito de crear un caldo de cultivo que nos lleve a la incertidumbre y el caos social y político.

Por tanto, también ahora luchamos contra la injerencia yanqui que nuevamente aspira a controlar y manejar los procesos políticos, a definir qué países explotan los recursos naturales de la región, a implantar bases militares con el único fin de mantener de rodillas a los pueblos de América del Sur; es el mismo imperialismo que impuso la bota militar en nuestro país el que ahora amenaza de muerte a nuestra democracia, a nuestros pueblos, a nuestro hermano Presidente Evo Morales.

A este futuro mediato al que tenemos que enfrentar y debemos derrotar, que se expresa en la verborragia  difamante de la derecha y la amenaza intervencionista yanqui, lamentablemente se suman factores que debemos tomar en cuenta y que es necesario combatirlos y tensionarlos.

Clase media emergente sin identidad política
Según la encuesta de La Razón, Evo tiene una preferencia del 38,1 %, que constituye el voto duro de los movimientos indígenas; pero hay una franja de indecisos del 16,2 % y este porcentaje cobija a esa clase media de “recién llegados” que ha mejorado sus niveles de consumo, educativo, habitacional, con mayor influencia en el Estado, que usa tecnologías como soporte de su relación consigo misma, pero, como afirma A. García: “Su modo de unificación política es una incógnita”; es una clase media que, a pesar de todos estos elementos, no podemos hablar de un rediseño de identidades colectivas, sino más bien de “una sociedad cada vez más amorfa”, como alega M. I. Arias.

Evo reclama: «Ayúdenme a seleccionar nuevos asambleístas… con capacidad de debate, porque es una batalla ideológica, una guerra de ideas», esto exige que en octubre el reto es vencer con politización y para lograr ese objetivo es urgente preguntarnos: ¿Estos pequeñoburgueses que no supieron qué hacer con las cosas del poder necesitarán formación política?

La clase media del MAS que forma parte de la maquinaria estatal, tiene otra forma de entender y hacer política, que poco o nada tiene que ver con los que no nos situamos en los límites institucionales; el tema de la formación política no es algo necesario, ya que ellos hacen política y toman decisiones políticas pero en un contexto totalmente diferente, institucional, y que, lamentablemente, se ha ido caracterizando por una falta de pasión política tan necesaria.

El Estado como una maquinaria de normas y procedimientos, exige que la política deje de ser un atributo esencial del ser humano, y se convierta en una actividad reservada a un grupo de políticos profesionales. Entonces, en esa institucionalidad para tomar decisiones no hace falta formación político-ideológica, porque es más una gestión; así la gente de los movimientos juveniles que viven en el mundo de la gestión estatal, creen que están sobrepolitizados por estar rodeados de política y de políticos, pero de otra pasta, porque están metidos en los vericuetos de la administración pública.

Pero eso no es política, eso es gestión, y confundir política con gestión conlleva un vaciamiento ideológico, por ello, muchas veces esa gestión ni siquiera tiene criterios políticos, y los criterios están en función de si habrá o no presupuesto, o lo que haya dicho tal ministro o cual director. Así la “política” se reduce a dar luz verde o no a tal proyecto.

Claro que el tema de la formación política a alguno le puede interesar, pero, quizás, lo ven como un extra a su trabajo, una necesidad personal y no colectiva. Pero cuanto más tiempo estén metidos en los laberintos de la gestión institucional menos lo van a percibir como algo útil para su quehacer; así la dinámica los absorbe junto con el deseo de hacer de la política una profesión, verbigracia, tener una carrera política como diputados, directores, etc. Y si les decimos que hay que debatir sobre la radicalización de la democracia, las formas de entender el poder, etc., la respuesta es: “Eso es para el mundo académico, teórico”, porque en su realidad esas cuestiones no les afectan en nada, cuando más bien es la base para una acción política con sentido.

También hay gente hipócrita que dice: “Estos jóvenes solo buscan la pega, su sueldo”, pero se olvidan de que ese mundo institucional es el que los ha creado, y como no han sido capaces  de crear una estructura institucional diferente, ni de descolonizar un Estado colonial,  la gente que está ahí cumple el adagio: “La función crea al órgano” y se van convirtiendo en eso, en una pieza funcional para que esa maquinaria funcione.

Por todo ello, hablamos de dos realidades distintas, los que estamos en la calle defendiendo el Proceso de Cambio y la gente que convive con el burocratismo y donde la formación política no tiene ningún sentido. El problema es que, si al menos hicieran una buena gestión, buenos proyectos en salud, educación, etc. (no me refiero a los grandes proyectos que están sacando al país del atraso), pero no lo hacen, porque precisamente la falta de visión política se lo impide.

Y es a esta gente que no se le ha exigido nada en relación a lo político-ideológico y solo pedido lo técnico, que se caracteriza por tener una mentalidad de empresa y expectativas de lograr deseos individuales, en lugar de politizarse dentro de un proyecto político que, si no quiere morir, debería mantener su esencia colectiva. Esos son los hijos del proceso de cambio, y el buen diagnóstico es: estos son tus hijos, esto es lo que tienes, entonces cuestiónate, no tienes cuadros políticos que están pensando cómo cambiar el país.

Impulsar a fondo el proceso de cambio: sin aventurerismos
Después de 13 años de Proceso de Cambio hay una pregunta pertinente ¿Qué utopía estamos construyendo? Ya nadie puede poner en tela de juicio la transformación del país, pero todavía las brechas sociales, educativas, culturales y políticas no se han cerrado.

Ernst Bloch hablaba de la utopía concreta y ésta utopía podemos construirla a través de imaginarios sociales que fomenten el compromiso moral y que impulsen la movilización, por tanto, no es cuestión de hablar de quimeras o sueños inalcanzables desconectados de la realidad; para edificar ese imaginario debemos partir de nuestra realidad contradictoria: de los sectores medios bajos y de indígenas que no acceden todavía a salud y educación de calidad, de jóvenes que deambulan en el desempleo, de mujeres que no ven cuándo se pone mano firme contra la violencia de género, de una juventud estudiosa que carece de bibliotecas ricas, de miles de ciudadanos que no cuentan con una vivienda digna, de hermanos campesinos que no sienten el apoyo financiero y técnico para impulsar la soberanía alimentaria.

Es con esos conglomerados de hombres y mujeres campesino-indígena que desean producir, estudiantes carentes de libros, ciudadanos sin vivienda, ni salud y educación de calidad, mujeres que ansían vivir sin violencia, los que siguen palpitando la emancipación nacional y la construcción de un sujeto político que apoye el Proceso de Cambio y lo profundice.

Es con esos hombres y mujeres que al sumarse a las filas de la transformación garantizamos el triunfo con mayoría absoluta y es desde esos grupos sociales, desde donde merece la pena trabajar con una idea fuerte de discurso programático que significa otro tipo de campaña electoral: un proceso de pedagogía popular que potencien una identidad colectiva con coherencia, acción y compromiso.

Decisión revolucionaria para avanzar: votar a Evo
Una de las grandes consignas maoístas de los años rojos era: “atreverse a luchar, atreverse a ganar” (Zizek). Evo fue ganador de las elecciones 2005, 2009, 2014 con un 59,77% como promedio, producto del voto duro de los movimientos indígenas, particularmente, esas victorias han transformado el país en base a la soberanía y la dignidad, algo que todos los oligarcas y militares que gobernaron nuestro país nunca lo lograron.

Entonces, queda claro que en octubre nuestra patria tendrá una confrontación con el proyecto, ni siquiera pequeñoburgués, sino oligarca que buscará nuevamente castrar los procesos de democratización política y cultural, o sea que los que siempre estuvimos secundarizados y discriminados y que hoy tenemos las riendas de nuestro destino, volvamos a someternos a situaciones de injusticia y explotación; ese proyecto oligarca antinacional que desea destruir un proyecto de convivencia inclusivo donde los pueblos tienen una identidad y participan de la política; ese proyecto derechista y vende patria que permitió que nuestras riquezas y excedentes económicos se embolsillen sus familiares y empresas extranjeras y que nunca se interesó por las condiciones de vida de las grandes mayorías.

Esta pasión de los movimientos indígenas y sociales por la política, que ha permitido transformar el país aquí y ahora, no puede demostrar debilidad política y abrir el camino a la ofensiva de la derecha, tenemos que estar conscientes que si queremos mostrar fuerza real, solo lo lograremos con la deliberación democrática, con candidatos revolucionarios, con principios y convicciones firmes y sólidas, con propuestas coherentes y seguir construyendo el proyecto colectivo de convivencia, solo así motivaremos el compromiso y la movilización políticas.

No hay término medio, ya lo dijo el hermano Evo, estamos con la derecha o con la patria, estamos con el imperialismo yanqui o con nuestros pueblos indígenas, estamos con el capital de los oligarcas o con las necesidades de nuestros hijos. No estamos luchando por una “síntesis dialéctica” para lograr un reconciliación forzada; entre ellos y nosotros no puede haber pausas momentáneas de lucha.

Los movimientos indígenas y sociales luchan por una “dialéctica negativa”, por una auténtica victoria que es la derrota estratégica de la derecha antinacional, y esto ocurre cuando ese enemigo habla nuestro lenguaje, sueña con nuestros sueños y lucha por nuestra patria.

Entonces la diferencia entre nuestra lucha y lo que quiere hacer la derecha tiene una diferencia subjetiva, nosotros tenemos pasión por nuestra patria, nosotros estamos en un auténtico progreso moral o experiencial de nuestra vidas y de nuestra historia; no es tiempo de vacilaciones y temores, es urgente dar este paso, porque la indiferencia nos hundirá en el pantano del fracaso.

Hay que seguir apostando por este exceso de democracia igualitaria, porque lo contrario es el terror contrarrevolucionario; vale la pena vivir este “milagro” sin olvidarnos lo que dijo Marcuse: “la libertad (respecto de las limitaciones ideológicas, respecto del modo de soñar imperante) es la condición de la liberación, es decir: “si sólo cambiamos la realidad para realizar nuestros sueños y no cambiamos los propios sueños, antes o después volveremos a la vieja realidad”

Jhonny Peralta Espinoza Ex militante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka

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