Chile: La guerra de Piñera

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El Pueblo Marcha hacia La Moneda/¡Fuera Piñera-Chadwick!

resumenlatinoamericano.org
La guerra de Piñera – Chadwick, UDI y sectores de RN, está llevando a una crisis nacional cuyo impacto sobre las bases del modelo político y económico neoliberal puede ser definitivo.

El bloque en el poder manifiesta evidentes contradicciones, dentro de las cuales resaltan el distanciamiento explícito del Ejército que, por voz de Iturriaga, el Jefe de la Defensa, afirma «no estar en guerra con nadie», el retiro de las fuerzas militares y de Carabineros de la Plaza Italia (13:345 hrs. de hoy lunes 21) evitando la represión, las declaraciones de algunos políticos e intelectuales reconocidamente de derecha y piñeristas que impugnan las declaraciones de Piñera-Chadwick.

En sentido contrario, los cosacos de la Armada, a cargo del Estado de Emergencia en Valparaíso y Concepción, ya han anunciado el toque de queda y expresan la mano dura y pinochetismo del Almirantazgo.

Por otra parte, la esterilidad del Parlamento se expresa en su incapacidad para ofrecer ninguna acción para responder a las demandas populares, e incluso, como Piñera, se muestran ineptos siquiera para defender el sistema político que les beneficia y del cual han vivido durante años.

Salvo voces de prestigio como Carmen Herzt, que tuvo la dignidad de manifestar su oposición a participar de la votación de ayer mientras los milicos siguieran en la calle y que forzó con ello a sus mesurados colegas parlamentarios del PC a actuar en consecuencia, la mayor parte de la izquierda, incluido el FA, ha brillado por su ausencia.

Las organizaciones domesticadas por la izquierda parlamentaria, en particular la CUT, dirigentes sindicales de la ex NM y algunas personalidades como el constitucionalista Fernando Atria, que simplemente quedaron fuera de la coyuntura y sin ligazón con el movimiento popular alzado, errando una vez más ahora intentan subirse a la coyuntura haciéndose eco de los intereses de los partidos políticos como el PC y parte del PS deseosos de recomponer la coalición electoral Nueva Mayoría (NM).

Que mayor muestra de miopía política – sino simple oportunismo- pues llaman a una reunión en las 15: 30 hrs., precisamente en momentos que se están desarrollando las marchas populares por las calles de Santiago y el país rompiendo las normas del Estado de Emergencia.

La iglesia, católica y de otras confesiones, institución que junto a las FF.AA. y el Parlamento, son parte de la crisis nacional, se ha vuelto nerviosa y ha llamado a un gran acuerdo nacional para evitar la violencia. Un chiste, pues por dignidad, lo primero que debería hacer, especialmente la católica, sería auto-disolverse, o al menos hacer un voto de silencio y regresar todos sus bienes y riquezas a los erarios del país.

Es como la Bachelet que desde las Naciones Unidas, este medio día declaró su tristeza por el país, cuando ella misma es una de las responsables junto a la Concertación y la Nueva mayoría, que de la mano de Frei y Lagos, reprodujeron el neoliberalismo y protegieron de hecho o por omisión al pinochetismo, partiendo por la FF.AA. Esta son lágrimas de cocodrilo, o si fueran genuinas, ya no nos sirven frente a los muertos que ya tenemos en este país y en el Wallmapu.

Hace unos momentos (14:35 hrs.) se ha anunciado que los rectores de varias Universidades del CRUCH han suspendido las actividades para mañana martes 22 pues la situación de agudiza. Y no porque las masas se radicalicen en el sentido usual, sino por el vacío político que se observa… incluso la extensión de las movilizaciones en muchos casos es pacífica y la policía se repliega lo cual indica que el Gobierno vacila a pesar de su discurso delirante sobre la guerra…

La bolsa ha caído un 4% mientras todas las bolsas mundiales suben -el milagro neoliberal chileno se desinfla y el ministro de Hacienda Larraín y el presidente del Banco Central – alguna vez un chico progresista y anti-pinochetista en la Villa la Católica de Santiago- están nerviosos y salen a dar conferencias de prensa para «defender el funcionamiento de los mercados», el pago de las pensiones en cajas y asegurar el funcionamiento de los cajeros automáticos… («El billete, el billete, es lo único que no crece», canta Flopy…)

Este mismo vacío político y la forma en que discurran las próximas horas, serán cruciales para calibrar una posibilidad de desenlace de esta coyuntura político-social, expresiva de una crisis nacional profunda. Lo decimos por que la dupla Piñera-Chadwick objetivamente cada vez más es parte del problema que de la solución; esta dupla ya no le está sirviendo a nadie, ni a los de arriba, los patrones, ni a los de abajo, por lo cual pudiese ocurrir se esté tras bambalinas evaluando alguna salida por arriba como su renuncia anticipada o alguna otra vía institucional….. Del mismo modo las FF.AA., por lo menos, algún sector, se muestra refractario a pagar el costo de los errores políticos de Piñera que no es un santo de su devoción.

Por abajo, si las movilizaciones siguen extendiéndose y prolongan, incluidos el paro de los puertos y de la mayor minera privada de cobre y otros sectores estratégicos, se hace plausible exigir la renuncia de Piñera-Chadwick y el llamado a la conformación de un gobierno transitorio bajo control popular comunitario. Esta posibilidad y sobre todo la participación popular, depende con mucho del desarrollo del poder popular y comunitario, nacional y local, que se logre construir en estas jornadas.

El pueblo no puede dejar a los políticos profesionales, que por acción u omisión son en la práctica empleados de los Grupos Económicos que han lumpenizado el Estado, la dirección del país pues volverán a hacer lo mismo. El pueblo debe aprender, avanzar, educarse, elevar sus niveles de conciencia y organización, y prontamente arrebatarles la política a los políticos que han profitado de las riquezas comunes y abusado de la confianza popular.

Piñera y la represión /El tsunami chileno

Atilio A. Boron
El régimen de Piñera -e insisto en lo de “régimen” porque un gobierno que reprime con la brutalidad que todo el mundo ha visto no puede considerarse democrático- se enfrenta ante la más seria amenaza popular jamás enfrentada por gobierno alguno desde el derrocamiento de la Unidad Popular el 11 de Septiembre de 1973.

Las ridículas explicaciones oficiales no convencen ni a quienes las divulgan; se oyen denuncias sobre el vandalismo de los manifestantes, o su criminal desprecio por la propiedad privada, o por la paz y la tranquilidad para ni hablar de las oblicuas alusiones a la letal influencia del “castro-madurismo” en el desencadenamiento de las protestas que culminaron con la declaratoria del “estado de emergencia” por parte de La Moneda, argumento absurdo y falaz antes esgrimido por el corrupto que hoy gobierna al Ecuador y abrumadoramente desmentido por los hechos.

El estupor oficial y el de los sectores de la oposición solidarios con el modelo económico-político heredado de la dictadura carece por completo de fundamento, a no ser por el anacronismo de la opulenta partidocracia dominante (una de las mejor remuneradas del mundo), su incurable ceguera o su completo aislamiento de las condiciones en que viven -o sobreviven- millones de chilenas y chilenos.

Para un ojo bien entrenado si hay algo que sorprende es la eficacia de la propaganda que por décadas convenció a propios y ajenos de las excelsas virtudes del modelo chileno. Este fue ensalzado hasta el hartazgo por los principales publicistas del imperio en estas latitudes: politólogos y académicos del buen pensar, operadores y lobistas disfrazados de periodistas, o intelectuales coloniales, como Mario Vargas Llosa, quien en un reciente artículo fustigaba sin piedad a los “populismos” existentes o en ciernes que atribulan a la región a la vez que exaltaba el progreso “a pasos de gigante” de Chile.

Este país es para los opinólogos bienpensantes la feliz culminación de un doble tránsito: de la dictadura a la democracia y de la economía intervencionista a una de mercado. Lo primero no es cierto, lo segundo sí, con un agravante: en poquísimos países el capitalismo ha arrasado con los derechos fundamentales de la persona como en Chile, convirtiéndolos en costosas mercancías sólo al alcance de una minoría.

El agua, la salud, la educación, la seguridad social, el transporte, la vivienda, la riqueza minera, los bosques y el litoral marino fueron vorazmente apropiados por los amigos del régimen, durante la dictadura de Pinochet y con renovados ímpetus en la supuesta “democracia” que le sucedió.

Este cruel e inhumano fundamentalismo de mercado tuvo como consecuencia que Chile se convirtiera en el país con el mayor endeudamiento de hogares de América Latina, producto de la infinita privatización ya mencionada que obliga a chilenas y chilenos pagar por todo y a endeudarse hasta el infinito con el dinero que les expropian de sus sueldos y salarios las pirañas financieras que manejan los fondos de pensión.

Según un estudio de la Fundación Sol “más de la mitad de los trabajadores asalariados no puede sacar a una familia promedio de la pobreza” y la distribución del ingreso, dice un estudio reciente del Banco Mundial, sitúa a Chile junto a Rwanda como uno de los ocho países más desiguales del mundo. Por último, digamos que la CEPAL comprobó en su último estudio sobre la cuestión social en Latinoamérica que el 1por ciento más rico de Chile se apropia del 26,5 por ciento del ingreso nacional mientras que el 50 por ciento de los hogares más pobres sólo accede al 2.1 por ciento del mismo.

¿Este es el modelo a imitar?
En suma: en Chile se sintetizan una explosiva combinación de libre mercado sin anestesia y una democracia completamente deslegitimizada, que de ella sólo conserva el nombre. Degeneró en una plutocracia que, hasta hace pocos días -pero ya no más- medraba ante la resignación, desmoralización y apatía de la ciudadanía, engañada hábilmente por la oligarquía mediática socia de la clase dominante.

Una señal de alerta del descontento social fue que más de la mitad de la población (el 53.3 por ciento) en edad de votar ni siquiera se molestó en acudir a las urnas en la primera vuelta de la elección presidencial del 2017. Si bien en el balotaje la abstención se redujo al 51 por ciento Sebastián Piñera fue electo con apenas el 26.4 por ciento de los electores inscriptos.

En pocas palabras, sólo uno de cada cuatro ciudadanos se sintió representado por él. Hoy esa cifra debe ser bastante menor y en un clima en donde por doquier el neoliberalismo se encuentra acosado por las protestas sociales. Ha cambiado el clima de época, y no sólo en Latinoamérica.

Sus falsas promesas ya no son más creíbles y los pueblos se rebelan: algunos, como en Argentina, desalojando a sus voceros del gobierno a través del mecanismo electoral, y otros intentando con sus enormes movilizaciones –Chile, Ecuador, Haití, Honduras- poner fin a un proyecto insanablemente injusto, inhumano y predatorio. Es cierto: hay un “fin de ciclo” en la región. Pero no, como postulaban algunos, el del progresismo sino el del neoliberalismo, que sólo podrá ser sostenido, y no por mucho tiempo, a fuerza de brutales represiones.

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