Emiliano Zapata a 95 años de su asesinato

Gerardo Peláez Ramos / Rebelión
El 10 de abril de 2014 se cumplen 95 años del asesinato de Emiliano Zapata, el más grande jefe campesino de la historia de México. Con este motivo, no sobra escribir algunas líneas acerca del carácter de la insurrección campesina en Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y otras entidades federativas; los objetivos del zapatismo; la alianza entre el Ejército Libertador del Sur y la División del Norte; la desunión de obreros y campesinos, y la victoria de Venustiano Carranza. Pese a su importancia, de otros temas se hace abstracción.

De la biografía del Caudillo del Sur
Emiliano Zapata Salazar nació en Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879. Sus padres fueron Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, quienes vivían de la compra y venta de ganado vacuno y equino, así como de la producción agrícola.

El futuro dirigente agrario recibió la educación primaria en la Villa de Ayala. A los 16 años de edad perdió a su madre y meses después a su padre. Desde muy joven, sobresalió por su conocimiento de los caballos y el manejo de las armas.

El desarrollo del capitalismo en Morelos hizo crecer los cañaverales y las haciendas azucareras, cuyos propietarios se apropiaban de las tierras más fértiles de los pueblos, comunidades e individuos, convirtiendo a sus pobladores en arrendatarios o trabajadores de las haciendas.

Entre 1902 y 1905 Zapata colaboró con la comisión de Yautepec que trataba sus problemas agrarios con la hacienda de Atlihuayán.

Durante las elecciones para gobernador de Morelos, en 1909, Emiliano apoyó la candidatura independiente de Patricio Leyva, quien fue derrotado por Pablo Escandón, candidato de los terratenientes.

El 12 de septiembre de 1909, fue elegido presidente del Comité de Defensa de Anenecuilco para guardar los documentos virreinales del pueblo y seguir la lucha por la restitución de tierras.

El líder morelense fue enrolado en febrero de 1910 en el 9º regimiento del ejército, ubicado en Cuernavaca, siendo dado de baja en marzo. Viajó a la capital del país para trabajar como caballerango.

En 1910 se produjo una elevación en la lucha de Anenecuilco: los lugareños, ante la negativa de la hacienda del Hospital de seguir arrendando sus tierras, ocuparon parte de éstas, bajo la dirección de Emiliano Zapata.

Ya relacionados con la rebelión de Francisco I. Madero y la adopción del Plan de San Luis, Emiliano Zapata, Pablo Torres Burgos, Gabriel Tepepa y Rafael Merino se levantaron en armas.
Tras el asesinato de Pablo Torres Burgos, el Caudillo del Sur tomó el 29 de marzo de 1911 el mando de las fuerzas maderistas en la entidad. Ocupó Axochiapan, asaltó la hacienda de Chinameca y sitió Cuautla. El 27 de mayo, el jefe suriano tomó la plaza de Cuernavaca al frente de 5 mil hombres.

A diferencia de otros grupos insurrectos, el zapatismo condicionó la deposición de las armas a la entrega de las tierras a los pueblos, de acuerdo con el artículo 3º del Plan de San Luis. Madero negoció directamente con el dirigente campesino, mas no pudieron ponerse de acuerdo, pues el jefe guerrillero demandaba el reparto agrario sin dilación y la colocación de elementos suyos entre los rurales de Morelos.

El desencuentro de Madero y Zapata no fue raro. Los tratados de Ciudad Juárez, del 21 de mayo de 1911, dieron por concluida la lucha armada, establecieron el desarme de las fuerzas revolucionarias y dejaron intacto el régimen porfirista, incluido el Ejército Federal, lo que facilitaría el derrocamiento del gobierno de Francisco I. Madero en febrero de 1913.

El Plan de Ayala, un programa revolucionario
De cara a la irresolución maderista de la cuestión agraria, la insurrección campesina en el Sur, jefaturada por Emiliano Zapata, tuvo como bandera el Plan de Ayala, expedido el 28 de noviembre de 1911 en Axoxustla, Puebla, que desconocía como presidente a Francisco I. Madero, y llamaba a concretar los puntos que en seguida se citan:

«6º Como parte adicional del plan que invocamos, hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a esas propiedades, de las cuales han sido despojados por mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance, con las armas en las manos, la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derechos a ellos, lo deducirán ante los tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución.

«7º En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellos a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.

«8º Los hacendados, científicos o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente Plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos correspondan, se destinarán para indemnizaciones de guerra, pensiones de viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en las luchas del presente Plan.

«9º Para ejecutar los procedimientos respecto a los bienes antes mencionados, se aplicarán las leyes de desamortización y nacionalización, según convenga; pues de norma y ejemplo pueden servir las puestas en vigor por el inmortal Juárez a los bienes eclesiásticos, que escarmentaron a los déspotas y conservadores que en todo tiempo han querido imponernos el yugo ignominioso de la opresión y el retroceso».

El Plan de Ayala constituyó el programa viable y constructivo de las masas campesinas en pie de guerra del Sur, el Centro y otras regiones de México. En la historia de nuestra patria este documento no tiene parangón con ningún otro.

Para Omar Díaz Arce y Armando Pérez Pino, investigadores cubanos: “Lo más significativo del Plan de Ayala era que no constituía una promesa de redistribución agraria para ser cumplido después del triunfo de la revolución, sino un programa de aplicación inmediata en todos los territorios que fueran dominando las fuerzas rebeldes.

Ello ponía en manos de los campesinos armados, y no del Estado burgués, la ejecución de las medidas revolucionarias. Su principal limitación era la no inclusión de las reivindicaciones de los demás sectores oprimidos, la clase obrera, por ejemplo. Respondía, por lo tanto, a una visión parcial y, hasta cierto punto, local, de los problemas del país. A pesar de ello, cierta perspectiva de un nuevo ordenamiento nacional se bosquejaba, en forma más o menos explícita, a través de todo el articulado, sobre todo en los acápites 1, 3, 12, 13 y 15”.

Por su parte, los historiadores soviéticos Moiséi S. Alperóvich y Boris T. Rudenko señalaban: “En la práctica, el Plan de Ayala debía conducir en la inmensa mayoría de los casos, a la confiscación de la tierra sin indemnización alguna, ya que los terratenientes luchaban en contra del programa agrario de los campesinos revolucionarios. En todo el territorio controlado por las tropas de Zapata, este punto del plan comenzó a ponerse en vigor de inmediato. Los campesinos quemaban las haciendas, mataban a los latifundistas y a sus administradores.

“El movimiento campesino encabezado por Zapata y nacido en el estado de Morelos, comenzó a extenderse rápidamente a otros estados: Puebla, México, Veracruz, Michoacán…”
El Plan de Ayala representa la mayor propuesta programática del movimiento campesino mexicano en toda su historia. Las elaboraciones posteriores de la Liga Nacional Campesina (1926-1929), la Unión General de Obreros y Campesinos de México (1949-1965) y la Central Campesina Independiente (1963-1975) tienen como referente obligado el plan escrito por Otilio E. Montaño.

La propaganda antizapatista
El levantamiento en masa de los campesinos morelenses concitó un enorme odio de los latifundistas y fuerzas afines.

La prensa de derecha desató una violenta campaña contra Emiliano Zapata y dio comienzo la elaboración de textos antizapatistas como Historia del bandolerismo en el estado de Morelos, de Lamberto Popoca y Palacios; Los crímenes del zapatismo, de Antonio Melgarejo; la novela El Atila del Sur, de Héctor Ribot, y obras de teatro y algunos materiales propagandísticos más.

Sin embargo, fueron los políticos quienes construyeron y difundieron las ideas principales para desprestigiar la Revolución campesina. Así, en octubre de 1911, Trinidad Sánchez Santos despotricaba contra el Caudillo del Sur: “Nos hallamos frente a un hecho inexplicable: la sublevación de Zapata.

Todos preguntan: ¿por qué sus hordas salvajes, en vez de ser exterminadas, se van extendiendo cada día más, al grado de que, según un diario de la tarde de ayer, los tiros de sus fusiles podían oírse en Xochimilco a unos cuantos kilómetros de esta metrópoli? ¿Acaso el Gobierno, que cuenta con sobrados elementos, no mira la importancia de acabar para siempre con tal bandidaje?

“Es una afrenta para Méjico, como nación civilizada, que conserve en su seno la anarquía zapatista, porque no se trata de una revolución de principios, ni de que Zapata quiera ser Presidente de la República. Se trata tan sólo del pillaje, del bandolerismo, de una anarquía digna de los vándalos más feroces o de los zulús más refractarios a toda civilización… Esa llaga es Zapata, las hordas que le siguen, la canalla que mantiene en pie de guerra a las unas y al otro”.

“Con gran asombro de todos se supo que el señor Madero, por sí y ante sí, había nombrado a Zapata jefe de las armas en Morelos, y que éste ejercía influencia decisiva sobre el Gobernador Carreón, de manera que el verdadero director de los negocios públicos en Morelos era Zapata y no el funcionario encargado de dirigirlos.

“Como era de esperarse, el señor Presidente De la Barra se negó de la manera más terminante a confirmar el nombramiento que Madero hizo en la persona de Zapata, y, más aún, ordenó a la Secretaría de Guerra una activa campaña contra el bandido. El señor Ministro de Gobernación, por su parte, y como encargado de las fuerzas rurales, envió buen golpe de éstas para que exterminasen a Zapata”.

“Por último, después de dos meses de inútil campaña, la Secretaría de Guerra (no hay que olvidar las ligas que tiene el General González Salas con el Pino-zapatismo) ordenó al General Huerta evacuara el Estado de Morelos y éste quedó en poder de Zapata, quien a sus anchas asesina, incendia, roba y siembra el pánico en la región de sus hazañas, como nuevo Juan de Tabares aumentado en quinto y tercio”.

José María Lozano peroraba el 25 de octubre de 1911: “La Ciudad de México corre riesgo próximo e inmediato de ser el escenario lúgubre del festín más horrendo y macabro que haya presenciado nuestra historia; no es Catilina el que está a las puertas de Roma, es algo más sombrío y siniestro; es la reaparición atávica de Manuel Lozada ‘El Tigre de Alica’ en Emiliano Zapata, el bandolero de la Villa de Ayala”.

“Le reconozco grandes virtudes, más aún, le concedo la suprema genealogía moral, le hago descendiente del eterno, del ilustre michoacano don José María Morelos y Pavón; pero que imite a su ancestro, que extirpe a Emiliano Zapata.

“Emiliano Zapata no es un bandido ante la gleba irredenta que alza sus manos en señal de liberación, Zapata asume las proporciones de un Espartaco; es el reivindicador, es el libertador del esclavo, es el prometedor de riquezas para todos; ya no está aislado, ha hecho escuela, tiene innumerables prosélitos; en el estado de Jalisco, pronto (desventurado estado, mi estado natal) un candidato, un ‘Lisandro’ abominable, comprando votos con el señuelo de promesas anárquicas, ha ofrecido reparto de tierras y la prédica ya empieza a dar sus frutos; los indios se han rebelado; Zapata está a las puertas de la Ciudad de México; próximamente Banderas en Sinaloa, destruirá (sic). Es todo un peligro social, señores diputados, es sencillamente la aparición del subsuelo que quiere borrar todas las «luces de la ‘superficie».

“¿Es posible que este aborto haya sido deliberadamente madurado? ¿Es posible que con estímulos nauseabundos hayan alentado a Emiliano Zapata, creyendo que se le extinguirá el día que se quiera?

Mentira, ya Emiliano Zapata no es un hombre, es un símbolo; podrá él entregarse mañana al poder que venga, venir con él su Estado Mayor; pero las turbas que ya gustaron del placer del botín, que ya llevan en el paladar la sensación suprema de todos los placeres desbordantes de las bestias en pleno desenfreno, éstos no se rendirán, éstos constituyen un peligro serio de conflagración y hay que tener en cuenta, y hay que recordar a los que tales cosas han hecho, esto es la suprema lección de la historia:

Robespierre, en el auge supremo de su poder, mandaba diariamente decapitar a ciudadanos y a aristócratas y alguien, viendo su popularidad, pero también el inminente peligro que corría, se acercó y le dijo:

‘Robespierre, acuérdate de que Dantón fue popular’. Con esta imprecación terminaré, señores: acordémonos todos los odiados o los queridos, los exaltados o los oprimidos, de que para todos existe el tajo de la guillotina, y que, de la luz de Mirabeau, se va rápidamente a la densa sombra de BillaudBarenns. Acordémonos siempre de que también Dantón fue popular”.

La propaganda antizapatista se centraba en presentar al Caudillo del Sur como un jefe de bandidos y a las tropas del Ejército Libertador del Sur como bárbaros y saqueadores…

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