Constituyente:

    Especial para katari.org: Por Fernando Untoja Choque

    Renacer o capitulación de la Nación AymaraQuechua?
    De manera desperada todos se alistan para la campaña de la Asamblea Constituyente, en esta muchos buscan sacar réditos: unos disfrazados de antiimperialistas y socialistas, otros con la Biblia en la mano, de evangélicos; vemos también extranjeros disfrazados de autonomistas y finalmente varias tribus llamadas agrupaciones ciudadanas formadas por oligarcas desesperados.

    Entonces se ve tres corrientes: los que buscan feudalizar con: UN, MNR, PODEMOS y ADN; segundo los que buscan recomponer el viejo Estado como “indigenismos-socialista”del MAS. Una tercera corriente que busca construir el Estado desde la nación, ahí están los kollas y los Waranís que desde todos los rincones del País se levantan para luchar por un verdadero proyecto político de cambio sin impostura indigenista.

    originariosPara nosotros los preparativos de la Asamblea constituyente, es el velorio escatológico del Estado de 1825, por eso después del 2 de Julio, estamos ante dos posibilidades: presenciar el Renacer de una Nación o a la descomposición de la sociedad y la fragmentación del país. Todo está condicionado por la presencia de la Nación y la propuesta ideológico-política para la construcción del nuevo Estado.

    Para orientar y fijar una posición política e ideológica debemos dejar establecido el recorrido del viejo Estado. Siempre hemos sostenido que el Estado de 1825, nace en contra de la Nación Aymara-Quechua, en ningún momento aquél reconoce a la Nación. Lo republicano implementa durante más de 180 años la política de la exclusión racial, económica y cultural. Proscribe y oculta ante el mundo la existencia de nuestra nación. Es un Estado que se forma sin Nación; sus ideólogos buscan construir una nación y fracasan. Este proyecto oligárquico termina el año 2002, a partir de ahí asistimos a la muerte de ese Estado etnocidario y lo queda en la Constituyente es enterrar esas caricatura de Estado.

    Todo este derrumbe es consecuencia del carácter del Estado de 1825; es decir un modelo importado y colonialista, en ese proceso el proyecto busca la constitución de la Nación, pero rápidamente se agotan los pretextos y las ideologías de nación, patria, de familia. Se caen los símbolos opresores; como consecuencia de todo esto se constata la incoherencia de políticas de Estado para establecer relaciones de adecuación y correspondencia con lo Nacional. El Estado ejercita un poder de exterminio físico y de alienación; produce en la nación la emigración de hombres y mujeres a otros países donde son tratados como esclavos.

    El Estado se convierte en el instrumento al servicio de las minorías, feudales, y minorías extranjeras instaladas recientemente en Bolivia; las consecuencias son dramáticas que no merecen ser descritos en esta ocasión. Para no repetir y conservar el carácter del Estado importado, es necesario que el nuevo Estado tenga, como pilares el paradigma o modelo ideológico-político de la nación, se debe trabajar para que el nuevo Estado nazca de la Nación.

    Una constituyente no tiene sentido si en su filosofía no están los valores de la nación; primero es fijar la matriz de la concepción de sociedad (historia, cultura habitus). La Constitución es la respuesta cuando la sociedad se encuentra en caos y violencia; es el proceso de racionalización de la violencia, es un instante y una instancia organizadora del poder, solo a partir de la Constitución vemos el Estado. Por tanto no es un acto puramente jurídico, ni económico y tampoco un carnaval ideológico.

    Lo esencial, es que cualquier Constitución, si quiere permanecer en el tiempo, obligatoriamente tiene que referirse a un modelo, a un paradigma; este puede ser mítico, cultural, histórico, lingüístico. Muchos de los que hablan de Constitución ignoran este punto esencial, solo presentan aspectos jurídicos y de procedimiento; es decir razonan mecánicamente como si el Estado fuese un simple contrato de individuos aislados o dispersos en la naturaleza.

    Otros, bajo el discurso multi-culturalista, han remplazado los individuos por “pueblos indígenas y originarios”, de esta manera proscriben la participación de la nación; una clara intención para conservar las hegemonías de la minorías oligárquicas en nombre del “indigenismo”.

    Algunos racistas, bajo el principio de “discriminación positiva” buscan tener exóticos en la Constituyente. Nos referimos a los indigenistas que bajo el discurso de lo Indígenas llevaran de decoro a sus “indios”. Y cuando los “indios” realmente buscan participar de la constituyente simplemente se les impone mama-thallas oligárquicas (MAS).

    Por eso hasta ahora nadie ha mostrado cual es el paradigma de la Constitución que se quiere hacer. Sin una base cultural e histórica y nacional, ninguna Constituyente tiene futuro ni permanencia, la Constitución es armar una estructura ideológica-política-jurídica que garantice la permanencia del Estado y una relación de correspondencia entre aquél y la Sociedad. Uno de los elementos esenciales que tiene el país, es el modelo del Ayllu para organizar la Sociedad y el Estado. El modelo Ayllu debe ser la base doctrinaria sobre el cual debe fundarse el nuevo Estado para el siglo XXI.

    Si se quiere un Estado real (y no como ahora un Estado fantasma), el modelo Ayllu, es el paradigma donde lo político, social e ideológico convergen simultáneamente y juegan un papel en la reproducción social, aseguran la correspondencia reciproca entre la Nación y el Estado. Bajo el Modelo del Ayllu es la Nación que debe fundar el Estado. Hasta ahora no existe un modelo para organizar el territorio, ni capacidad para organizar la economía. Esta concepción permite configurar y establecer la relación territorio-economía-Nación, es decir la Nueva división política del País.

    En el orden político, lo que vemos es la sucesión hereditaria de/y entre familias. Esto hace que haya un monopolio de poder por generaciones; donde los mismos “lideres” y familias son diputados, ministros, embajadores, prefectos, concejales consultores y ahora constituyentes etc. Esta lógica perversa no da perspectivas de cambio para que la Constituyente esté conformada por los cuatro pilares nacionales: Aymara, Quechua, Waranis y criollo-mestizos. Sin esta base la Constituyente seguirá siendo oligárquica, donde la Nación seguirá reducida a simples “pueblos indígenas y originarios.

    Para evitar la desintegración del país, la base nacional y real del nuevo Estado debe ser: 30% de Aymara, 30% Quechua, 20% Guaraníes (comunidades en las tierras del oriente y amazonía) y 20% para minorías criollas; dejamos establecido que cuando hablamos de de Aymara-quechua o kollas no nos referimos a campesinos ni a “indígenas” sino a toda la nación Kolla que ocupa el país.

    Es esta la base nacional que debe garantizar el Estado; para asegurar su permanencia en el tiempo y espacio la presencia Aymara-quechua es decisiva; solo así es posible el ejercicio del principio de autoridad, de justicia y solidaridad entre los nacionales, el ayllu, como modelo de racionalización del poder impone el principio de servir a la comunidad desde todas las instancias del Estado.

    En lo que respecta la Solidaridad, es necesario recordar que nuestro territorio se ve invadido por extranjeros que llegan y se instalan a nombre de aportar capitales o “progreso” al país; pero que a larga esta migración forma grupos organizados de saqueo y de estafa al país.

    Es fundamental en el nuevo Estado la práctica del principio de la pertenencia a la comunidad nacional sea establecida; el modelo Ayllu debe garantizar que los nacionales sean autores y actores en la vida política y económica y cultural del país. Solo así es posible la solidaridad entre nacionales ante la amenaza de clanes familiares y étnicos que convierten al país en feudos delincuenciales.

    Si estas condiciones no se cumplen en la Constituyente y si los principios de la Nación no son la base de la nueva Constitución Política del Estado, estamos seguros que el Estado del Siglo XXI será solo una maquinaria de guerra contra las naciones Aymara-quechua y terminará destruido por la guerra civil en menos de una década.

    Si los Aymara-quechuas, concientes de ser la mayoría en el país, aceptamos participar en la Constituyente como simples “pueblos indígenas y originarios” colados en los partidos de derecha y en el populismo “indigenista” habremos Capitulado vergonzosamente en esta Guerra que dura cera de 500 años.

    parar el neocolonialismoSeguro que unos quieren un nuevo pacto de igualdad socializante, pero no dicen quien hace el pacto con quien, más parecen buscar la hegemonía partidaria y otros buscan aprovechar esta ocasión para lograr más haciendas en nombre de las autonomías regionales. Estas dos intenciones representan para el país un gran peligro. Con la Constituyente el país puede terminar en el caos, con ella en la sociedad puede incendiarse luchas y guerras nunca vistas hasta ahora.

    La oligarquía busca en la Constituyente, un mecanismo más para legitimar su hegemonía en el siglo XXI. El poder izquierdista tiene diseñado, como encajar modelos importados para deshacer la Nación en nombre de la “revolución o el socialismo”.

V o l v e r