Nuevas disposiciones migratorias

Alfonso Gumucio D. - bolpress
descubrimiento de america
Hugo Chávez tiene razón, Evo Morales tiene razón, los latinoamericanos tenemos razón: Las medidas anti-migratorias que cada vez se endurecen más en Europa son una barbaridad, una aberración y una prueba de que los europeos son unos malagradecidos de la peor calaña, pues olvidan que América Latina los acogió hace más de un siglo no solamente por miles, no solo por cientos de miles, sino por millones, cuando la población de nuestra región era diez veces menor a la actual.

Los cientos de miles de latinoamericanos que hoy ingresan a Europa son apenas una fracción porcentual de aquella invasión de europeos que tuvo lugar después de la Primera Guerra Mundial, y luego de la Segunda Guerra Mundial.

Los europeos llegaron el siglo pasado a América Latina con una mano atrás y otra adelante. No tenían donde caer muertos.

Españoles, italianos, franceses… llegaron desesperados sin trabajo, sin papeles. Apenas si algunos traían algún documento de identidad, la mayoría descendía de los barcos sin nada, con un humilde atado a la espalda.

La mayoría de ellos no sabía leer ni escribir, eran campesinos pobres. ¿De donde sacan ahora esas ínfulas imperiales?

Y ni siquiera quiero insistir en el tema de la Conquista y la Colonia, porque eso ya está suficientemente documentado. Los españoles vinieron a saquear las riquezas mineras, plata, oro, esmeraldas.

Llegaron para destruir las culturas locales y doblegar a los habitantes originarios. Construyeron las iglesias católicas sobre los sitios ceremoniales -como en Cusco- o utilizando como piedra de construcción los templos que destruían, como hicieron en Tiwanaku.

Lo dice bien Evo Morales en su carta sobre la “directiva retorno” aprobada el 5 de junio por los ministros del interior de 27 países de la Unión Europea. El Presidente de Bolivia recuerda que las últimas disposiciones migratorias europeas violan nada menos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la que los europeos suelen llenarse la boca cada vez que pavonean sus principios “democráticos”.

Dice Evo: “Estamos bajo intensa presión de la Comisión Europea para aceptar condiciones de profunda liberalización para el comercio, los servicios financieros, propiedad intelectual o nuestros servicios públicos.

Además a título de la ‘protección jurídica’ se nos presiona por el proceso de nacionalización del agua, el gas y telecomunicaciones realizados en el Día Mundial de los Trabajadores. Pregunto, en ese caso ¿dónde está la ‘seguridad jurídica’ para nuestras mujeres, adolescentes, niños y trabajadores que buscan mejores horizontes en Europa?.

Promover la libertad de circulación de mercancías y finanzas, mientras en frente vemos encarcelamiento sin juicio para nuestros hermanos que trataron de circular libremente… Eso es negar los fundamentos de la libertad y de los derechos democráticos.”

Más recibe América Latina de los propios trabajadores latinoamericanos en Europa, que reinvierten una parte de su salario en sus países mediante las remesas, que de toda la cooperación europea, insignificante en relación al producto bruto en el que participan generando riqueza los inmigrantes de América Latina, e insignificante si la comparamos con lo que las empresas europeas sacan de América Latina cada año, ya sea porque nos venden nuestra propia agua a precios exorbitantes, o porque controlan las empresas nacionales de telecomunicaciones, o porque tienen inversiones en el sector de energía, minería o cualquier otro.

Frente a la posición arrogante, poco solidaria y malagradecida de los europeos, el Presidente Chávez, con el poder que le otorga la producción de hidrocarburos de Venezuela, ha amenazado con suspender la venta de petróleo a la Unión Europea, como represalia, y de expulsar o nacionalizar a las empresas que trabajan en su país.

Ojalá que no se quede en palabras, pero en todo caso es un gesto que otros países latinoamericanos no han tenido la dignidad de mostrar. Si toda América Latina actuara unida en estas cosas, Europa retrocedería, no puede darse el lujo de que una región pujante como la nuestra le diga: “Váyanse”.

Si toda América Latina estableciera medidas concretas para responder en reciprocidad a las medidas de la Unión Europea, veríamos menos prepotencia y menos arrogancia.

v o l v e r