Solís, Stefanoni, y la Guerra contra los Indios

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Es una constante en los escritos de Andrés Solís Rada su oposición al reconocimiento de los pueblos originarios, o lo que queda de ellos después de siglos de genocidio, represión, y explotación; de falta de una dieta suficiente, de escolaridad, de cuidado sanitario, de vivienda, de derechos civiles. Insiste en que tan poco queda de los pueblos originarios que es mejor de una vez decretar que ya no existen, completando así el cometido original de la Conquista.

Indígena bolivianoPara Solís, que no suele mencionar a los afrodescendientes, todos los bolivianos son blancos o mestizos –una categorízación racial– y por lo tanto los originarios carecen de un válida identidad indígena –una categoría cultural–; mucho menos de una identidad tribal o nacional (de naciones indígenas).

Es justo mencionar que ofrece matices adicionales: ¡Viven en ciudades, no sólo en el campo! ¡Son obreros! ¡Tienen negocios! ¡Sus hijos adoptan las costumbres en boga entre la juventud, hasta las importadas, como el rap y pantalones anchos! Ya no hay indios.

En su más reciente artículo, Solís se apoya en un libro de Pablo Stefanoni, periodista empeñado en librar a Bolivia del “pachamamismo” para que sea un país moderno, como Argentina, donde hasta hace poco –quizás todavía– existía una placa militar celebrando “La guerra contra los indios“; guerra que, claro, ganó el heroico ejército de la nación de inmigrantes.

El libro lleva el provocador título de “Qué Hacer con los Indios”, que provoca a pensar qué diria él si un intelectual indígena escribiese otro con el título de “Qué Hacer con los Blancos” (o criollos, o euroamericanos). Trae a la memoria también lo que decía Malcolm X a los sociólogos y politólogos que en su tiempo debatían “el problema negro”. Opinó Malcolm que no existía tal problema: más bien sería “el problema blanco”.

Asevera Stefanoni que investigaciones demuestran que “hay en el agro más pentecostales que indianistas,” y que hay evangélicos en el PT de Brasil, mientras que Hugo Chávez simpatiza con los cristianos. ¿Y? Después de siglos de cristianización forzosa –salvaje, podemos decir–, ¿cómo no va a haber pentecostales, evangélicos, y (otros) cristianos en Sudamérica? Si van a misa, parece decir Stefanoni, ya no son indios. La lógica sugiere que, mientras más se pueda eliminar las tradiciones originarias, más rápido se debe erradicar las restantes.

Los países de Europa Occidental no nacieron como son ahora. París, Madrid, Londres, Berlín no cayeron del cielo ya formadas. Todas esas ciudades comenzaron como poblados rodeados por el campo; el desarrollo vino después. Todos sus pueblos fueron originarios y tribales en algún momento.

De este lado del mar, Tenochtitlan deslumbró a los españoles que pronto se dedicarían a destruirla. Cuzco requirió una obra inmensa de edificaciones españolas sobre los cimientos de las construcciones indígenas para poder mostrar que el nuevo poder competía con el anterior.

Los indígenas de Meso y Sudamérica no lograron su propio Londres o Roma, porque fueron diezmados por los europeos, pero nada sugiere que no hubiesen podido hacerlo de haber sido diferente la historia.

La concepción solista se estanca en la metafísica: para él, los originarios verdaderos son como eran, son, y siempre serán, y deben vivir en la montaña celebrando a la Pachamama, o en la selva vestidos de plumas. No tienen por qué cambiar a su manera, como hicieron otros pueblos.

cholas paceñas. Foto: katari.orgPara él, si llegan a ser burgueses, por ejemplo, ya no son indígenas. Pero, los vascos, ¿ya no son vascos, porque viven en ciudades? Los europeos no se hicieron cristianos hasta que los ejércitos romanos los convencieron a hacerlo.

¿Dejaron de ser europeos no romanos, no obstante la pérdida de sus dioses e idiomas? Las bolivianas de pollera usan también un bombín, que adoptaron de los ingleses porque les dió la gana. ¿Dejan por ello de ser indígenas?

Exuden eurocentrismo Solís y Stefanoni.
Para ellos, el desarrollo de los pueblos originarios europeos –colectivamente en ascendencia global desde el Renacimiento– es parte del orden natural. El estancamiento de los pueblos originarios americanos, aunque ocasionado por la Conquista europea, lo ven también como algo natural.

Los últimos, en breve, deben ahora abandonar lo que han podido rescatar del genocidio, porque los primeros ganaron las guerras de la Conquista. Solís titula su artículo “Ocaso Etnicista”. No reconoce que su propio punto de vista es etnicista, con la diferencia de que reduce sus etnias preferidas a dos, o, más bien, una y media.

Washington, DC, es sede de los estupendos museos del Instituto Smithsonian, tradicionalmente orientados hacia la historia y cultura europea y angloamericana. El museo más nuevo, inaugurado en 2004, es el Museo Nacional del Indio Americano.

Abarca todas las naciones originarias del continente. Muestra la vida de los indígenas de hoy tanto como la historia de los pueblos. Tildado por su primer director de “posmoderno”, expone las contradicciones de esos pueblos con desenfado, pero también afirma su vitalidad y actualidad.

Su personal, altamente calificado, ostenta diplomas de posgraduado, investiga, descubre, y expone. Hablan inglés y español y una variedad de idiomas originarios. Viajan por avión, usan computadoras, recaudan fondos, y publican una excelente revista con artículos sobre, por ejemplo, el Qhapac ñan.

Toditos se identifican junto a sus nombres con una o más naciones indígenas, así como los autores que publican y los artistas cuyo arte promueven: un arte moderno, fino, y universal, pero de una estética innegablemente indígena. El museo mantiene un centro en Nueva York, también.

En EEUU, paradigma de la modernidad, el mismo que destruyó a los pueblos indígenas, robó sus tierras, y los concentró, derrotados, en reservas, el Gobierno federal reconoce oficialmente a cientos de tribus en los 48 estados contíguos, Alaska, y Hawaii.

Como demuestra el museo, los indígenas hoy rescatan sus raíces y tradiciones aun en modernos centros urbanos y utilizando tecnología de punta. ¿Por qué deben reconocer que ya no existen?

Les vendría bien a Solís y Stefanoni, y a muchos otros, viajar a Washington para conocer el Museo Nacional del Indio Americano. Pueden aprender bastante. Y si no pueden ir tan lejos, podemos recomendar otros rebuenos en Ciudad México y en otras grandes urbes.

V o l v e r