El sometimiento de los pueblos originarios: Tupac Amaru

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Rebeliones campesinas se suceden en Perú, Ecuador, Paraguay, México y Bolivia. Ocupación de fundos y latifundios en Brasil. Argentina, Colombia y Venezuela en rebeldía. Túpac Amaru simboliza todas esas luchas y realidades.

El 18 de mayo de 1781 fue asesinado por los españoles el inca José Gabriel Túpac Amaru. Junto a él cayeron sus familiares más cercanos y algunos de los que colaboraron con la rebelión. Mutilados, ahorcados, decapitados, descuartizados, vilipendiados por sus

Tupac Amarucarceleros, los tupamaristas escribieron una página de heroísmo que todavía conmueve a los pueblos indoamericanos.

El propio inca Túpac Amaru relató cuáles eran algunas de las formas de vida impuestas por los conquistadores a los nativos americanos. “Nos oprimen -decía- en obrajes, chorillos y cañaverales, cocales, minas y cárceles en nuestros pueblos, sin darnos libertad en el menor tiempo de nuestro trabajo; nos recogen como a brutos, y ensartados nos entregan a las haciendas para laborar, sin más socorro que a nuestros propios bienes y a veces sin nada”.

Era la descripción de una explotación terrible donde “los indios rinden la vida con vómitos de sangre”.

La de Túpac Amaru fue una de las rebeliones más importantes contra el imperio español. Algunos historiadores han tratado de menospreciar su significado. Vicente Sierra la redujo a una sublevación contra un corregidor y Ernesto Palacio intentó oscurecerla vinculándola a maquinaciones inglesas en las colonias españolas.

Las causas de la rebelión tupamara fueron políticas, sociales y culturales y pusieron a la luz del día las lacras infames del imperio español en América.

Marx en El Capital describió acertadamente, hace más de un siglo, aquel derramamiento de sangre que caracterizó la dominación española. Fue, según Marx, una “cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento de la población aborigen en las minas” y recordó: “Los actos de barbarie y desalmada crueldad cometidos por las razas que se llaman cristianas contra todas las religiones y todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentran precedentes en ninguna época de la historia universal ni en ninguna raza, por salvaje e inculta, por despiadada y cínica que ella sea”.

La propia muerte de Túpac Amaru es un testimonio de la crueldad contra la raza americana. En la condena a Túpac Amaru se detalló cómo debía morir: “Que sea sacado de la cárcel, arrastrado a la cola de una bestia de albarado y conducido a la horca… que muerto naturalmente en ella por mano del verdugo, le sea cortada la cabeza y descuartizado; que la cabeza se lleve en una jaula de hierro al puerto de La Guaira… que se ponga uno de los cuartos a la entrada del pueblo de Macuto”.

La realidad fue peor que la orden. Pedro De Angelis incluyó en una de sus obras documentales la descripción de un testigo ocular que relató minuciosamente el sacrificio. Primero se ahorcó a José Verdejo, Andrés Castelo y a la mujer de Túpac Amaru, Micaela Bastidas, que sufrió infinitos tormentos; a su tío Francisco Túpac Amaru y a su hijo Hipólito, se les cortó la lengua antes de ahorcarlos; a la india Condemaita, cacica de Acos, se le aplicó el garrote. A José Gabriel se le cortó la lengua y se amarraron sus extremidades a cuatro caballos. Como no lograron descuartizarlo, le cercenaron la cabeza.

Era común estos tratamientos para con los indígenas americanos y otros rebeldes. Pese a los esfuerzos hechos por España para eliminar el influjo incaico, peligroso para su estabilidad imperial, no lo logró plenamente y el pensador Alexander von Humboldt expresó en el último decenio de la época colonial: “Dondequiera que ha penetrado la lengua peruana, la esperanza de la restauración de los incas ha dejado huellas en la memoria de los indígenas que guardan algún recuerdo de su historia nacional”.

La epopeya de Túpac Amaru forma parte del conjunto de rebeldías populares anticolonialistas del siglo XVIII. Lo mismo que Antequera, que conmovió al Paraguay, el comunero Mompox quien en 1732 levantó a los guaraníes. O la población de Venezuela que se levantó contra la Compañía Guipuzcuana entre 1762 y 1764. O el pueblo de Quito que se sublevó en 1765 contra el estanco al alcohol.

Los escritores peruanos Urteaga y Valega han explicado el contexto de la sublevación tupamara de 1780: “La mita, convertida en trabajo perpetuo, sin excepción de climas; los obrajes, factores de aniquilamiento; los pongos, en esterilización de la juventud; los repartimientos, en focos de esclavitud; el monopolio comercial, en fuerza disgregante; el excesivo arancel eclesiástico, en elemento empobrecedor; la ley ineficaz, en auspiciadora de las represalias contra quienes reclamaban derechos legítimos”.

Hubo un influjo garcilasiano en Túpac Amaru. El Inca Garcilaso de la Vega, con su prédica libertadora, determinó a muchas conciencias de la época. Aquellos Comentarios Reales del Inca Garcilaso reunían parte de la cosmovisión indigenista que entroncaba la situación real con el pensamiento mágico-religioso de los oprimidos. Visitadores, corregidores, clérigos y militares de la época se dieron a la tarea de destruir aquella obra “peligrosa” que, sin embargo, era leída con interés por los rebeldes.

Pero he aquí que Túpac Amaru, estudiante de los jesuitas, conoció también muchas ideas tributarias del tomismo español que alentaban la resistencia a la opresión e, incluso, que planteaban el tiranicidio contra los déspotas. Con ese arsenal espiritual, político e ideológico, Túpac Amaru amasó su rebeldía que también tuvo un contenido social. Los hispanos consideraban a los indios como seres “bípedos inferiores” y a partir de ello, su explotación era considerada como moneda corriente. En el programa social de Túpac Amaru figuraron cinco reivindicaciones básicas. 1) La supresión de la mita; 2) eliminación de los obrajes; 3) anulación del reparto de los corregidores; 4) abolición de todo tipo de alcabala, y 5) manumisión de los esclavos, a condición de adherir a la causa.

Túpac Amaru propuso “extirpar” a los españoles de suelo americano, salvo los sacerdotes, demostrando con ello una voluntad independentista.

El mayor de sus biógrafos, Boleslao Lewin, en su obra no superada, La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de Hispanoamérica, demuestra que en sus edictos a los mestizos e indios, el líder rebelde, si bien son notables las expresiones de fidelidad al catolicismo, no demuestra ninguna exaltación hacia los monarcas y a los españoles.

Tal era su velado anunció de separatismo, de independentismo, que recién se afianzaría cuatro décadas después. En uno de sus documentos, fechado el 23 de diciembre de 1780, se refirió a las “amenazas hechas por el reino de Europa” y les promete que “en breve serán libres del todo”.

Todavía su grito de libertad perdura. Como También persiste el avasallamiento de los derechos indígenas en toda la América Latina.

V o l v e r