Discurso mediático y realidad

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El 8 de octubre de 2011 pasó como un día cualquiera para la mayoría de los medios privados de difusión. Parecen haber olvidado que un año antes —empresarios privados y algunos periodistas— marchaban contra la ley antirracismo.

Parecen haber olvidado que sus sofismas, que buscaron crear un clima de opinión contra esa norma jurídica en base a la “espiral del silencio”, fueron desmentidos por la realidad.

El 8 de octubre de 2010 se promulgó la Ley contra el Racismo y Toda forma de Discriminación. Esa norma surgió como una respuesta jurídica del sistema político a la humillación, torturas y vejaciones a indígenas ocurridas el 24 de mayo de 2008 en plena plaza principal de la ciudad de Sucre.

dueños de prensaLa respuesta fue también contra el discurso racista y discriminador de algunos comentaristas de radio y televisión, en el marco del proceso de descolonización y para prevenir actos racistas, tanto de la población como en los mensajes de los medios (televisión, radio, impresos, internet, etc.).

Pese a los antecedentes que motivaron la ley, empresarios mediáticos y algunos gremios de la prensa impulsaron una agresiva e inédita campaña en contra.

Hubo huelgas de hambre de empresarios junto a periodistas; marchas de reporteros uniformados con poleras de un mismo color; manifestaciones nocturnas de dueños, directores y trabajadores de medios; vigilias de presentadores de televisión (que incluían velas), etc.

También se dio una campaña impulsada por esa alianza empleador-empleado para reunir firmas ciudadanas contra la ley. Sus impulsores lograron reunir un millón de firmas. Sin embargo, sólo presentaron 32.000 rúbricas a la Vicepresidencia. Se desconoce el destino del resto, si es que existe.

Esa alianza socializó un discurso en sentido de que la Ley contra el Racismo iba a obligar al cierre de medios de difusión, el encarcelamiento de periodistas, evitar que existan transmisiones en directo de canales de televisión y radios, y a terminar con la libertad de expresión y la democracia.

“No hay democracia sin libertad de expresión”, escribieron varios diarios en sus portadas en la cúspide de su campaña contra el entonces proyecto de norma jurídica.

Sin embargo, tras más de un año de aprobada esa ley, no hay cierre de medios de difusión, ningún periodista resultó preso a causa de esa disposición legal; las transmisiones en directo de canales de televisión y radios continúan con normalidad, la libertad de expresión se mantiene vigente y la democracia se profundiza (mucho más con las elecciones judiciales del 16 de octubre).

Es decir, la realidad mostró que la alianza empresarios mediáticos-periodistas difundió sofismas, considerados como razonamientos incorrectos que aparentan ser correctos. Difundieron argumentos que no tenían validez. Con esos sofismas pretendieron crear un clima de opinión desfavorable a la ley y al Gobierno que la impulsaba.

Buscaron gestar ideas fuerza (“la libertad de expresión está herida de muerte” o la “democracia está en riesgo”) para que los individuos adapten su comportamiento a las actitudes predominantes construidas por los medios. De esa manera apuntaron a lograr el apoyo de la sociedad.

Esa tendencia de la gente a apoyar lo que dice la mayoría se denomina la “espiral del silencio” (una teoría propuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann), que parte del supuesto básico de que la mayor parte de las personas tienen miedo al aislamiento y, al manifestar sus opiniones, primero tratan de identificar las ideas para luego sumarse a la opinión mayoritaria o consensuada. Para ese fin son claves los medios de difusión (http://es.wikipedia.org/wiki/Espiral_del_silencio, consultado el 4-11-2011).

Pero, pese a la campaña mediática, la realidad se impuso y la ley antirracista está vigente para beneficio de los que siempre fueron discriminados y odiados por la mentalidad colonial.

V o l v e r