Dos damas importantes lo defienden al valiente Villena

César Lévano / diariolaprimeraperu.com
José Villena, ministro de Trabajo, es un hombre intrépido. Este adjetivo, como se sabe, se refiere al hombre que no tiembla. Villena es, asimismo, un hombre con suerte.

agresión de un ministro peruanoHa encontrado dos damas importantes que lo defienden o se ponen de costado cuando se trata de juzgar su valiente actitud frente a una joven e indefensa empleada de la compañía de aviación que no quiso embarcarlo en vuelo a Lima porque había llegado demasiado tarde al aeropuerto.

En el aeropuerto de Arequipa, “ordenó”, a grito pelado, sazonado con ajos y cebollas, que se detuviera la marcha de un avión de LAN que estaba en etapa de despegue.

A él tenían que obedecerle, aseveró, porque es hombre de confianza del Presidente Ollanta Humala. Es ministro de Humala, pero más es ministro del todopoderoso mandón de la Economía Luis Castilla.

Villena no se limitó a vociferar. Maltrató de palabra y obra a la trabajadora de la compañía aérea, Ana Lucía Ramos. La joven de 23 años no es precisamente una Kina Malpartida, por lo cual el valiente Villena pudo agredirla sin temor.

Nadine Heredia Primara Dama del Perú expresó que el ministro ha negado las agresiones físicas que, sin embargo, se le atribuyen mediante constancia médica y en vista de los moretones en el cuerpo de la empleada. La idea es que el maltrato no existió.

Las pruebas de la agresión existen, sin embargo. Como escribió el poeta Alejandro Romualdo Valle: “No puede ser verdad lo que estoy viendo, / no puede ser verdad, pero hay testigos”.

Si el daño físico no existió, ¿por qué entonces fue el ministro a Arequipa a pedir disculpas a la víctima? ¿Por qué tuvo que pedir disculpas por un incidente menor?

La señora Nadine Heredia exalta el hecho de que el descomedido patán haya viajado a Arequipa expresamente para pedir disculpas. Pero las disculpas no bastan.

La conducta de la Priemra Dama hace recordar los días en que defendía al presidente del Consejo de Ministros, Óscar Valdés, quien, según todas las encuestas, era censurado por una abrumadora mayoría del país, por su política de intransigencia autoritaria y represiva.

El veredicto de la señora no convenció a nadie. Valdés se fue en medio de una silbatina general.

En la actual coyuntura ocurre algo parecido. Prácticamente todos los sectores de opinión consideran que Villena debe irse a su casa. ¿Podrían las excusas de la Primera Dama y la defensa indisimulada de Villena por Ana Jara, ministra de la Mujer, salvar al repudiado personaje?

Juan Jiménez, presidente del Consejo de Ministros, defiende a su manera a Villena, diciendo que el caso protagonizado por éste es un episodio “aislado y superado”. Ha insistido, además, en que la evaluación del trabajo del ministro corre a cargo del Presidente Ollanta Humala.

Más allá de lo que el primer mandatario decida sobre este ministro temperamental y pegalón, hay un aspecto moral, cultural y cívico en el caso. Si un alto funcionario del régimen puede comportarse como un energúmeno y agredir a una dama, ¿qué se le puede exigir al ciudadano común y corriente?

La Primera Dama aconsejó anteayer a las mujeres víctimas de agresiones: “En cuanto tengan algún tipo de agresión, denuncien, y si están seguras, no retiren la demanda”.

Excelente recomendación, a la que habría que añadir este corolario: si el agresor es un ministro del grupo de Luis Castilla, mejor retiren la demanda y acepten las melosas disculpas.

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