Ironías políticas en el censo

Rafael Artigas. Comunicador y escritor orureño
El caballo de Troya que está de moda ahora se llama censo, todos los enemigos del proceso de cambio se encuentran en su seno, cada uno tratando de llevar el río a su molino.

Hemos llegado a tal absurdo que hasta los que se reclaman de una militancia crítica del proceso se han convertido en voceros del pesimismo, de la sospecha y la especulación.

En este río revuelto organizado escuchamos noticias que mueven a la sonrisa irónica. Una de ellas tiene que ver con la declaración de un político de la oposición que se declarará indígena, así nomás, con la misma facilidad de ayer cuando se autocalificaba de proletario.

Censo en Bolivia. Foto: Reynaldo ZaconetaJuan del Granado llegó con su ironía que hasta él mismo debe estar asustado de lo que dijo al identificarse en el censo como chimán, cuando la propia organización indígena posteriormente, le rinda cuentas de ese insulto a la etnia amazónica.

No estaba equivocado Marx cuando señaló que una repetición ya no es una tragedia sino una comedia. Las tragedias la pagaron indígenas, campesinos y obreros cuando fueron enajenados de su cuerpo y con discursos pseudo revolucionarios de los partidos tradicionales que ocuparon su lugar.

El oportunismo es una marca de los políticos de izquierda y la clase media que nacieron enarbolando la figura del Che y sellaron su muerte cuando gobernaron junto con el dictador Banzer y finalmente con Sánchez de Lozada.

Hoy escudados en la figura de un indígena quieren repensar su pasado y convertirse, por ósmosis, en indígenas. Argumentos les sobrarán, la magia del engaño retórico siempre fue instrumento preferido, el MSM de hoy no es nada más que un palimpsesto del viejo MIR. Al pan, pan y al vino, vino.

La otra nota curiosa o ironía política es la de un adenista que oficia de analista político y cuya declaración sostiene que el 85% de los municipios tienen problemas de límites ¡claro que sí! Y es bueno que lo diga el autor —entre otros— de esta catástrofe.

Fue la ley maldita de la Participación Popular que descuartizó al país y debilitó a las organizaciones de campesinos e indígenas.

Como en su tiempo declararon muchos dirigentes indígenas y campesinos, la Participación Popular llevó a las comunidades el flagelo de la corrupción y el individualismo, rompió la conformación andina, que hoy con mucho esfuerzo se va reconstituyendo.

En tiempos de auge de la participación popular, las consultorías y programas de la cooperación internacional crearon verdaderos “centros de domesticación” en las llamadas planificaciones participativas, en las que “expertos” decían a las gentes lo que debían hacer y pensar.

En este caso también mueve a la risa que un pirómano hable de cómo apagar incendios. Ya señalamos que la amnesia es mala en política, pero es mucho más peligrosa si el pueblo olvida el pasado y a sus protagonistas, esos que hoy poco a poco van saliendo de sus madrigueras junto con las movilizaciones desestabilizadoras.

Unos más francos muestran su oportunismo de frente, sin tapujos, los otros aún desde las sombras, manipulan conciencias, compran identidades, convirtiendo a la política en una plaza de libre mercado.

Estas prácticas de la política tradicional son la evidencia que resulta difícil proponer alternativas, que resulta difícil tener un discurso político claro y concreto que interpele al actual gobierno.

Los únicos argumentos siguen siendo: “es un gobierno que no escucha”, deberían completar la frase: “es un gobierno que no escucha a la oligarquía colonial” y ésa es una verdad inobjetable.

V o l v e r