¿Descolonizar la historia?

Idón Moisés Chivi Vargas
“Lo más importante es repasar el pasado para proyectar el futuro de Bolivia”, lo dijo el presidente Evo Morales en ocasión de celebrarse 442 años de la Villa de Oropeza, hoy Cochabamba. Y son 442 años que provienen de la memoria colonial, y la memoria colonial es la memoria del olvido.

Se olvida que en esa tierra, para la guerra de la independencia, fueron mujeres las que sentaron el Día de la Madre, pero no cualquier madre, sino una que es revolucionaria, anticolonialista.

indio

A contra ruta la memoria colonial nos condena a ver a la ‘madre’ mariana, reproductora, abnegada y cocinera… Éste y no otro es el resultado de las contradicciones que tenemos en los calendarios cívicos.

El calendario está organizado de tal forma que junto a la memoria anticolonial se pasea el horizonte colonial con total impunidad, contra-revolucionaria, reaccionaria.

¿Puede continuar así? ¿Tenemos que dejar pasar?
¿No tenemos nada que hacer?
¿Qué podemos y debemos hacer?
¿Destrozar los calendarios?

Tantas preguntas y tantas respuestas… Lo dicho por el presidente Evo Morales viene como anillo al dedo, y viene porque pone en debate el pasado y su actualización cadañera. Porque nos genera la duda peligrosa de una bala. Nos hiere porque estamos acostumbrados a pasear por el pasado, sin preguntarnos los orígenes de los hechos y los hechos en sus orígenes.

Estamos acostumbrados a mirar españoles fundadores, sin mirar a la vez, a los fundados, refundidos y despreciados. Estamos acostumbrados a mirar el aula de historia llena de blancos, machos, milicos y abogados, nos adormecen con una historia aburrida y cargada de sangre azul.

Nos damos el lujo de hablar de descolonización de la educación y con ello de la historia, y nuestras autoridades casi con ingenuidad suicida, recolonizan cotidianamente lo que acaba de descolonizarse políticamente. Pensar la historia —en realidad— es un ejercicio que nos permite distinguir entre los famosos arquitectos del pasado que se convierten en pésimos albañiles del porvenir.

Descolonizar la historia es reconstruir la historia, es hacerla comprensible y verdadera. Es devolverle su valor político. Es visibilizar a quienes fueron invisibilizados, es decir lo que no se dijo. Es poner en claro y fuerte aquello que se calló, aquello que fue negado para ser olvidado.

Es aclarar ante la historia que nuestras guerras de la independencia en el siglo XIX fueron —en realidad— la inspiración para que gran parte de Europa también se independice de sus ataduras feudales. Es aclarar que el levantamiento general indígena de 1870-71 no fue algo abrupto, espontáneo, sino el resultado de una larga acumulación en el seno de la memoria indígena, y que hoy se expande con toda su fuerza por el continente.

Es poner en blanco y negro que la Guerra del Pacífico y la Guerra del Chaco fueron negocios imperialistas y empresariales, que se adelantaron cruelmente al estudio de Lenin sobre el imperialismo fase superior del capitalismo.

Es aclarar ante la historia que si la ciudad de La Paz es hoy sede de gobierno se lo debe a la indiada, al ejército indio comandado por Pablo Zarate, ‘el Temible Willca’ y que fue traicionado arteramente por José Manuel Pando, quien prometió tierra y libertad para la raza indígena y metió el cuchillo por la espalda.

Es señalar que estos hallazgos de la verdad sólo son posibles con conciencias libertarias que hacen de la historia un lugar político para la descolonización, tal como tempranamente nos legó Ramiro Condarco Morales (+15 julio 2009), quien puso al descubierto la historia tal como fue y no tal como quería que sea, que hizo del oficio de historiador una arquitectura del porvenir y porque muchos como él ponen en cuestionamiento el orden colonial de la historia, y muchos como él hacen de la historia un lugar lleno de revelaciones y rebeldía.

V o l v e r