La fuerza de la memoria ancestral

Fernando Huanacuni Mamani / Comunidad Sariri
El proceso de cambio que ha emprendido Bolivia denota una nueva etapa en nuestra historia como Estado Plurinacional y es un punto de apoyo para los cambios que se inician en la región.

En la agenda de los movimientos indígenas originarios, la reconstitución de nuestra identidad implica recuperar nuestra memoria histórica, y aunque algunos consideran poco importante el pasado, los pueblos ancestrales tenemos la certeza de que nuestra fuerza emerge precisamente del pasado, de nuestros ancestros.

plurinacionalEl proceso de descolonización que se ha iniciado es un gran paso para que desde el Estado y en todos los niveles de la sociedad comencemos a valorar la herencia de nuestros ancestros y empecemos a proyectar nuestro Estado con dignidad, sustentados en las raíces de nuestra identidad.

El Estado Plurinacional es el primer paso para poner en marcha nuestra estrategia, para que todas las naciones que desde tiempos ancestrales vivimos, empecemos a ser partícipes de las decisiones en estas tierras sagradas.

Hemos cambiado la Constitución Política del Estado y el paso de república al Estado Plurinacional no solamente es un cambio nominal, sino sobre todo es una propuesta de cambio estructural; un nuevo diseño institucional.

El segundo paso después de cambiar la Constitución Política es cambiar la estructura del Estado republicano, proceso que estamos viviendo y que nos muestra que aún hay mucha tarea por delante.

La historia oficial no refleja la historia de los pueblos ancestrales, pues ésta siempre ha sido contada por blancos o criollos que no contaron cómo fueron realmente los hechos, pues jamás reflejaron lo que acontecía con los pueblos indígenas, ni en el pasado, ni el presente.

Olvidaron y quisieron borrar de la memoria a nuestros guías espirituales (irpiris), como Túpak Katari y Bartolina Sisa, Pablo Zárate Willka, Avelino Siñani, Laureano Machaqa y otros, que son quienes prepararon el terreno y sembraron el tiempo que hoy estamos viviendo.

La realidad es que nuestra historia ha sido olvidada y escondida con un propósito, hacernos olvidar quiénes somos, como si nuestra historia no fuese digna de contarse, sin embargo, la verdad emerge con ímpetu propio y hoy nuestra historia es nuestra mayor fortaleza para proyectarnos nuevamente y caminar la senda que nuestros abuelos y abuelas nos legaron.

Por este motivo, es muy importante reflexionar y generar acciones que nos permitan conocer nuestra historia y recuperar nuestra memoria. Retornar a nuestra identidad es retornar a nosotros mismos, a nuestro propio camino, es tiempo de transitar sendas que nos devuelvan el equilibrio y la armonía, con nosotros mismos, con nuestras familias y con la comunidad.

La historia oficial ha sido escrita por los ‘vencedores’, manipulada y ajustada de acuerdo con los intereses de unos cuantos que se aseguraron de ser siempre los protagonistas, por lo tanto es una responsabilidad de nuestro Estado visibilizar la historia de nuestros pueblos y comprender que tenemos una riqueza muy importante y grandes aportes que podemos realizar a la sociedad actual.

Visibilizar el pasado implica conocer la historia de nuestros abuelos y abuelas, en este sentido Tiwanaku es un gran ejemplo; una de las culturas más importantes de nuestro continente porque fue capaz de ser eje articulador de la región y a la vez ser un centro espiritual donde convergían miles de personas de distintas naciones ancestrales.

Hoy nos reconocemos como herederos de esta gran cultura y reflexionamos sobre las memorias y principios ancestrales guardados en estos templos sagrados que nos recuerdan que es posible construir un Estado que se exprese en los principios del vivir bien.

Los pueblos indígena originarios de la región guardamos varios nombres ancestrales, entre ellos está el nombre ancestral del continente, guardado por la nación kuna: Abya Yala, que significa tierra en plena madurez, nombre que refleja el verdadero espíritu de las diversas naciones que lo habitamos desde el inicio de los tiempos.

Recuperar este nombre es recuperar nuestra energía, que nos devuelve la fuerza y el papel que cumplimos como naciones y pueblos que moramos en estas tierras. Debemos tener siempre presente que los pueblos indígena originarios, los pueblos afrodescendientes y los movimientos sociales tenemos una alianza sagrada porque emergemos de la misma raíz y tenemos el mismo horizonte.

La deuda histórica con los pueblos y naciones ancestrales debe resolverse para emerger con nuestra propia fuerza y forjar nuevas comunidades que respeten y valoren la vida desde los principios ancestrales.

El cambio es emergente y necesario, en este sentido el proceso de descolonización de nuestro Estado es una responsabilidad de todos, sólo podremos proyectar a nuestras naciones cuando nuestras raíces sean firmes como la montaña e incontenibles como el agua de la vertiente y seamos conscientes de que la herencia que guardamos en nuestra sangre es un gran regalo de otros tiempos para esta generación.

V o l v e r