Mujeres de Ayacucho se reconocen indígenas

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Comité de mujeres cambió su denominación a organización indígena, enfrentando discriminación de autoridades y pobladores.

Afirmación de la identidad. Foto: chirapaq.org.peEn el distrito de Laramate, ubicado en el sur de Ayacucho, una organización de mujeres enfrenta una fuerte oposición, por parte de las autoridades y la población, al reconocerse como indígena ante los registros públicos.

Después de catorce años de existencia, las integrantes del Comité Distrital de la Federación Departamental de Clubes de Madres de Ayacucho FECMA, decidieron autodenominarse Organización de Mujeres Indígenas de Laramate – OMIL, haciendo efectiva su inscripción en enero de 2013.

Según Elsa Cárdenas, presidenta de la OMIL, el cambio de denominación significó para las socias ser discriminadas por los pobladores y autoridades locales. “Allá van las indígenas”, señalaba la población.

“Durante un año hubo resistencia al interior de la población y las autoridades locales. Nos decían ‘¿qué es eso de indígenas?, ¡pónganse otra palabra!”, dice Cárdenas.

Y es que debido a su proximidad geográfica con ciudades costeñas como Ica y Lima, la población de Laramate migra constantemente en busca de mejores oportunidades laborales y una educación superior de calidad. La cultura ancestral de sus pueblos desaparece poco a poco para poder integrarse completamente a su nueva vida en la urbe.

A ello se suman las percepciones racistas y discriminadoras de quienes son los pueblos indígenas. “Para mí los indígenas eran las personas que vivían en las alturas, a quiénes se les despreciaba porque son pobres, no han concluido sus estudios, no tienen ganado, y trabajan como peones”, cuenta Roxanna Valencia, socia de OMIL.

Pero este cambio sobre el modo de percibirse nace de un largo proceso de análisis. Las más de cien socias de OMIL participan desde hace varios años en espacios de reflexión sobre el significado del término indígena y lo que representa.

“Ser indígena es identificarte tal como uno es, reconociendo nuestros orígenes, nuestras costumbres, nuestra lengua, nuestros productos y nuestra cosmovisión. Al entender eso ello es que empiezo a afirmar mi identidad y trabajar mi autoestima”, señala.

Hoy, han recuperado parte de las tradiciones asociadas a la siembra como el pago a la tierra, y al finalizar, la fiesta del arado para que la familia tenga una buena cosecha. También han priorizado la preservación e incorporación en la dieta familiar de productos nativos y están impulsando la recuperación del idioma quechua, que pierde hablantes cada día.

El poder afirmar su identidad cultural también les permitió fortalecer su autoestima y poder proyectar su voz y parecer en los espacios públicos.

“Ahora me siento más segura cuando intervengo. He participado en audiencias públicas de la municipalidad y en los presupuestos participativos del distrito durante los dos últimos años, y en talleres que organiza la municipalidad”, remarca Roxana.

 

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