Tras la cortina de incienso
    La tríada que enloquece a los humanos (poder, sexo y dinero) también hizo mella en muchos sacerdotes

Édgar Arandia / la-razon.com
Tras la cortina de incienso, así reza el título de una novela publicada en 1974, por la escritora boliviana Olga Bruzzone de Bloch, en plena efervescencia de la dictadura de Banzer.

Poder, sexo y dineroEste libro fue secuestrado y desapareció de las librerías por órdenes ¿del obispado, del gobierno de entonces, o de quién? Hace casi 40 años de esto y aún no existe una segunda edición que pondría en escena el endémico problema de la desaparición, secuestro y robo de los bienes culturales cobijados en las iglesias de Bolivia.

Y no sólo eso, sino también de los “actos inapropiados” como gustan decir los purpurados para ocultar perversiones.

A través de esa obra literaria, Bruzzone se atrevió a denunciar a la curia sobre la complicidad de algunos párrocos en la desaparición de patrimonio en las capillas del extenso territorio de Bolivia, sobre todo en el altiplano y en los valles.

La furia de la gente conservadora y de la Iglesia fue feroz, si no la excomulgaron fue porque esa medida medieval no correspondía, pero la condenaron a un ostracismo interno. Las beatas de riguroso negro escupían a su paso y las cofradías la asediaban, tildándola de atea y comunista. El silencio sobre su obra la abatió moralmente, junto con el estigma de “enemiga de Dios”.

Diez años después escribió Torbellino de las horas, que alcanzó el segundo premio de novela Erich Gutentag. En esas páginas se pueden percibir la desazón y el dolor que le produjo el rechazo de su mismo entorno social, al sentirse cercada por la indiferencia. Tal vez, abrumada por este desafecto, emigró a Canadá, donde murió en 1996.

Los sacerdotes son humanos, con las mismas debilidades del resto de nosotros. La idea de que son muy diferentes porque hacen voto de castidad y pobreza es sólo una cortina de incienso. Los innumerables escándalos de pederastia y los tortuosos manejos económicos del Banco del Vaticano así lo confirman.

En los 80, los escándalos tras la quiebra del Banco Ambrosiano ocasionaron extraños crímenes que nunca se resolvieron. Entonces el Vaticano protegió a Paul Macinkus, el principal cerebro de la economía papal. Actualmente la Santa Sede tiene la friolera de $us 11.000 millones de presupuesto autónomo. Es decir que puede gastar sin mayores problemas y en rubros a escoger. El genio de las finanzas es en la actualidad Crescencio Sepe, arzobispo de Nápoles, que está siendo investigado por las autoridades competentes sobre estos manejos.

Las causas principales de la renuncia del papa Benedicto XVI tienen que ver con la impotencia para revertir el ocaso irreversible de la estructura vaticana.

Poder, sexo y dinero, la tríada que enloquece a los seres humanos, también hizo mella en la flaca espiritualidad de muchos sacerdotes.

En cambio, casi no se tiene noticia de que las religiosas estén involucradas en estos bailes; y eso tiene una explicación, ellas no tienen el poder que el patriarcado católico les niega, a nombre de un dogma que se resquebraja.

Ya, en los años 70, el cura Pablo Cejudo renunció a sus sotanas y antes de hacerlo escribió El fin del celibato. Otros curas que se dieron cuenta de que, para no caer en tentación, era mejor ser como todos y no separarse de la realidad, queriendo ser castos y diferentes.

De allí que el escenario moral para elegir al nuevo papa Francisco fue lamentable, con denuncias de obispos pederastas, en una lista que se sigue prolongando hasta hoy.

Aquí algunos ejemplos: Roger Mahony encubrió durante 26 años a 129 sacerdotes que abusaron a menores; los cardenales Sean Brady (Irlanda), Godfried Danniels (Bélgica), Norberto Rivera (México), Stalislaw Dziwisz (Polonia), Leonardo Sandi (Argentina) fueron acusados de “actos inapropiados”.

El colmo fue con Thimothy Dolan, purpurado de New York y candidato a sucesor del anterior Papa. Ahí la paramos, porque si empezamos con los curas bolivianos, tendremos innumerables sorpresas.

V o l v e r