En Bolivia existen los ‘agentes’ que lucran y esclavizan a niñas, niños y adolescentes

Lucía Sauma
«Desde que tengo seis trabajo con la señora. Acompañaba a sus hijitos, les cambiaba sus pañales, les hacía callar cuando lloraban. También les daba sus comidas. Wawitas eran, uno de mesecitos y el otrito dos añitos tenía”.

NiñosÉste es el testimonio de una niña de diez años que llegó desde Apolo para trabajar como niñera. La trajo por encargo una persona que se dedica a este negocio, por el que cobra el costo del pasaje y la mitad de un sueldo completo, suma que cubre la futura empleadora. En la mayoría de los casos la chica queda como deudora.

Ella debe pagar una comisión a la persona que la trajo. Para pagar esa deuda, debe entregar el 50% de tres meses de trabajo. Además, el “agente” tiene la posibilidad de determinar cuándo deberá retirarse, para que pueda cobrar nuevamente la comisión a la parte patronal. Ése es el negocio.

La mercadería es la niña de seis o diez, la adolescente de 13 o 15 años, quien deberá trabajar en una casa y pasar a otra cuando se lo ordene el sujeto que le consiguió el empleo. Estas niñas y adolescentes tienen que trabajar hasta cancelar la totalidad de la deuda que contrajeron con la persona que les consiguió el trabajo.

¿No es esta una forma de esclavitud por deuda?
¿No se asemeja demasiado a la trata de personas?

Quienes lucran y se benefician con el trabajo de esas niñas alegan que les hacen un favor al encontrarles “mejores condiciones, mejor ropa y comida”.

Qué distinta es la realidad si se la mira desde el lado de quienes tuvieron que dejar a sus padres para vivir con desconocidos, hablar en un idioma que no es el suyo: niños cuidando niños, viviendo como sombras en hogares ajenos, atendiendo a personas mayores en todas sus necesidades.

Es cierto que existen peores realidades como la que se vive en Mauritania (África), donde a pesar de haber sido oficialmente abolida la esclavitud en 1981, hay actualmente 150.000 niños esclavos sobre una población de 3,8 millones de personas.

O nos podemos comparar con Haití, donde gran parte de la población esclavizada está formada por niños que cumplen labores como empleados domésticos dentro del sistema de trabajo infantil llamado restavek, una práctica cultural por la cual niños pobres del área rural son enviados a trabajar a la zona urbana para familias con mejor situación, una práctica que al corromperse ha derivado en la explotación de unos 200.000 menores.

¿Continuamos con el consuelo de pensar que hay otros peores?
¿O nos desafiamos a terminar con la doble moral?

En Bolivia existen los “agentes” que lucran y esclavizan a niñas y adolescentes, operan sin anuncios, con la efectividad del dato que se pasa entre amigos y en círculos de confianza.

¿Continuamos con esta situación?, o ¿denunciamos y rompemos el círculo vicioso?

V o l v e r