La esperanza nunca muere

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    Bolivia: La esperanza nunca muere
    Óscar Álvarez, waaskaar@yahoo.es

Tribuna Boliviana, 24 de febrero.- En el Barrio de Buena Vista, Distrito 9 de Cochabamba, el distrito más grande del municipio de Cochabamba (más de 150.000 hbts) y el más pobre también como no podía ser de otra manera, donde solamente llegó la energía eléctrica como servicio tanto público como domiciliario, viven dos personas ya ancianas migrantes de Huari (Oruro), ya vecinas desde hacen unos ocho años atrás.

Ellas son Serafina (80) y Fausta (75) Canaviri, hasta sus nombres son tan antiguos como ellas mismas y muy rurales desde luego. Ambas son oriundas de Huari, actual capital de la Provincia Sebastián Pagador y parte del Jatun Ayllu Sullka de esa región altiplánica.

Desde luego que Huari es conocido en toda Bolivia y también en el extranjero, ya que en este pueblo se fabrica la famosa cerveza HUARI, aprovechando el recurso natural agua disponible en la comunidad, de una calidad excepcional.

Las dos viejecitas viven solas y son muy respetadas en toda la comunidad rural de Buena Vista. Una de ellas, Fausta, es reconocida por sus conocimientos de medicina tradicional, pertenece a esa clase de gente que todo lo archiva en la cabeza. Ella, por esa exclusión a que fueron sometidas la mayoría de las mujeres en el área rural, no sabe leer ni escribir, es analfabeta, pero con una riqueza cultural incomparable, se puede decir que es una biblioteca andante.

Sufre de artritis reumatoidea en los pies y en las manos, por ello se le hace dificultoso caminar, que debe hacerlo por necesidad. Es viuda de post guerra del Chaco y tiene tres hijos vivos y otros cuatro que se le murieron por falta de atención médica durante la niñez.

Su hermana, Serafina, cocina los más variados platos propios de su comunidad y otros aprendidos en sus antiguos trabajos como cocinera y atendiendo restaurantes en su pueblo y en otras ciudades. Ella es analfabeta funcional. Casada dos veces pero por la decisión divina jamás tuvo hijos.

Ambas acudieron el día de las elecciones al recinto (escuela Carlos Medinacelli en el barrio de Molle Molle, también en la zona Sur de la ciudad) electoral que dista unos cinco kilómetros desde su casa. Se levantan muy temprano de madrugada y preparan su qoqawi «para el camino». Como ese día no hay circulación vehicular, ellas van a pie.

Fausta lleva un taburete práctico hecho de dos tubos de aluminio doblados con una lona como asiento para «descansar» cada cierto trecho, ya que la travesía es dificultosa por senderos de tierra, calles aun sin forma, deben esquivar terrenos de cultivo, animales pastando, niños jugando con balones de cuero en canchas improvisadas, en fin se divierten caminando para ir a votar, aunque muy cansadas por el esfuerzo que realizan ambas.

Una vez en el recinto de elección, donde ya mucha gente acudió a dejar su voto, son atendidas prontamente por los guardias de policía destacados a la mesa electoral, así como de las jurados de la mesa electoral. Como falta el Presidente de la Mesa el proceso mismo no empezó, y ellas, por su edad, son acomodadas en la «cabeza» de la «cola» de votantes.

En ese instante aparecen camarógrafos y periodistas extanjeros: brasileños (Red O Globo) y holandeses que inician su trabajo con entrevistas a los circunstanciales asistentes y desde luego les llama la atención la presencia de dos ancianas encabezando la fila para votar:

– Señora, pregunta el periodista, lista para votar?
– Sí, responde Fausta inmediatamente.
– Sabe cómo votar? continúa el Periodista
– Claro, responde Fausta algo molesta, cómo no voy a saber, hasta en la tele han explicado cómo se vota, yo sé votar, ¿qué cree porque somos viejas no vamos a votar? se escuchan risas y aplausos de los vecinos en la fila.
– ¿Y por quién va a votar?
– No le diré por quién porque el que voto es secreto, ¿no sabe Ud.? dice Serafina, incorprandose a esta entrevista tan peculiar
– Pero qué le parecen los candidatos, sigue interrogando el otro periodista con su acento extanjero.
– Todos votaremos por el cambio, Bolivia debe cambiar, aunque nosotras ya estamos de ida, nuestros nietos vivirán mejor; el cambio, eso queremos todos los bolivianos. Dice Fausta con bastante aplomo. Nuevamente los aplausos ponen el colorido a esta escena.

Los periodistas quedan estusiasmados por esta entrevista corta pero muy entusiasta por las dos ancianas improvisadas.

Así ambas dejan sus votos en el recinto cumpliendo con su deber ciudadano y vuelven a su morada hasta muy avanzado el medio día. Ya en ella se disponen a escuchar la radio y ver la televisión para conocer los resultados. Ambas oran por la «victoria del cambio».

Ambas estan felices al final del día y conocen los resultados de estas elecciones: triunfó el cambio, triunfó el pueblo, triunfó Dios, triunfó la tierra, triunfó la Pachamama, triunfó la esperanza… finalmente después de 500 años de opresión… Ambas piensan en volver a su tierra para «ver» los cambios de esta revolución.

Ambas se abrazan y siguen orando, ya no por las elecciones, ahora por el gobierno del cambio… Dios bendiga a nuestro Presidente y Vicepresidente cantan alabando por esta elección…•

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