Algunas preguntas para la Conferencia Episcopal Boliviana

Ollantay Itzamná /rebelion.org
Mientras muchos obispos católicos del mundo, sonrojados intentan guardar silencio ante el revelador informe de la ONU que acusa al Vaticano de encubrir a sus miles de pederastas, y el Papa Francisco I se esfuerza por explicar los fondos oscuros del Instituto para las Obrar Religiosas (IOR, que es el banco del Vaticano), los “cándidos” obispos católicos de Bolivia intentan distraer a la opinión pública sobre “el narcotráfico creciente” y la “corrupción pública” que carcome al gobierno y a la sociedad boliviana.

Existen millones de preguntas para la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) por su complicidad criminal en el país, como almas en pena existe en la triste historia boliviana. Pero, no viene al caso, ahora. Los obispos de CEB dicen estar perplejos con la corrupción en el gobierno actual.

¿Dónde estuvieron ellos cuando Bolivia era catalogada como la campeona o sub campeona en la corrupción mundial durante los gobiernos católicos?
¿Acaso no celebraban y bendecían a aquellos corruptos hijos suyos?
¿Qué hacían los mitrados cuando los neoliberales católicos entregaban las propiedades y bienes comunes del país condenando a la miseria más brutal a las y los bolivianos?

¡Ni hablar de la sacro santa corrupción milenaria que pudre por dentro a la entidad católica! Y, lo decimos con conocimiento de causa. Ellos indican que la corrupción del gobierno actual daña a las personas, y tienen razón.

Pero, ¿existe acaso mayor acto de corrupción que dañar sexual y moralmente a los niños indefensos de por vida? Para esos millones de niños (ahora, jóvenes o adultos), víctimas de curas y obispos pederastas, que hoy cargan las consecuencias católicas, mejor hubiera sido que sus madres los hubiesen abortado.

¿Sacó algún comunicado la CEB sobre sus pederastas que disfrutan libres bajo el manto sagrado de la impunidad? Si corromper a niños y niñas ya es una brutalidad que no tiene nombre, encubrir sistemáticamente a los culpables no tiene perdón, ni aquí, ni allá.

Acostumbrados a monopolizar los privilegios, los obispos se escandalizan porque el narcotráfico crece en Bolivia. Pueda que sí, porque las sociedades occidentales (cristianas), ahora, demandan más droga. Pero, ¿qué dijo la CEB sobre el lavado de dinero y quiebra del santo Banco Ambrosiano?

¡Hasta colgaron, bajo un puente, en Londres, al Presidente de este sagrado banco del Vaticano para que no develase el origen oscuro de los euros con aroma al opio oriental!

¿Por qué la CEB guardó silencio, en la segunda mitad del pasado siglo, cuando en las carreteras de Bolivia se vendía la cocaína como harina de trigo?
¿Será porque la élite política, de ese entonces, estaba integrada por católicos privilegiados y absueltos?
¿O será porque compartía el negocio y el festín de las drogas?

También dicen los obispos que la corrupción boliviana se arrastra de generación tras generación. Pero, ¿quién y dónde se educaron y bautizaron esos corruptos?

A los obispos católicos bolivianos, que ahora, juegan a caballos apocalípticos del desastre para defenestrar los intentos de cambios innegables en el país, se les sugiere que en estos tiempos de cambio la mejor prédica es con el ejemplo. Es evangélico que se miren la viga que llevan en el ojo, antes de mirar la paja en el ojo ajeno.

La jerarquía católica (al igual que todas las entidades religiosas) acumuló multimillonarias riquezas en estas tierras de Abya Yala y en el mundo, producto de la corrupción y el saqueo sangriento. Ellos vinieron a estas tierras hambrientos y desnudos, habitados por la avaricia, con el cuento de “bautizar aborígenes para civilizarlos”

¿Y, ahora? ¿Alguien sabe cuánta riqueza acumula inmoralmente la CEB?
¿Por qué, mientras las economías más fuertes del mundo sufren crisis financieras, la economía de las iglesias no padece crisis alguna?

V o l v e r